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dissabte, 29 / agost / 2009
José Antonio Primo de Rivera y el fascismo
Introducción
A principios del siglo XIX, uno de los más grandes filósofos de la Historia, Hegel,
distinguía entre entendimiento y razón. El entendimiento es la facultad cognoscitiva que nos
hace considerar las cosas estática y aisladamente, sin penetrar en la relación dialéctica que
medra entre ellas. La razón, por el contrario, es la facultad cognoscitiva enemiga del “sano
sentido común” que nos hace captar las cosas y la relación dialéctica que las une. Así, el
concepto (el “qué” de la cosa, su esencia, su verdad) se percibe una vez se ha recorrido su
proceso de formación y se han contemplado y comprendido todos los elementos y
circunstancias que han desembocado dialécticamente en dicho concepto. Por ejemplo, lo que
es un hombre determinado no se agota en lo que actualmente es, sino que su concepto abarca
su nacimiento, su niñez, su madurez y todos los acontecimientos que en estas etapas de su
vida se han dado. El concepto es tanto el resultado del proceso como el proceso mismo.
Esta breve consideración a la distinción hecha por Hegel entre entedimiento y
razón ha sido a propósito de nuestra intención de realizar una interpretación racional
(en el sentido antes apuntado) de la figura de José Antonio Primo de Rivera,
concretamente acerca de su supuesta condición de fascista. Porque si hay algún tópico
sobre su persona, es el de que fue fascista. Y no es un tópico infantil ni incoherente.
Grandes historiadores, algunos de los cuales son autoridades intelectuales en materia
de fascismo, no dudan en catalogarlo como tal. Tal es el caso de Stanley G. Payne, Ian
Gibson, Émile Gentile y, en cierta manera, Julio Gil Pecharromán (uno de los
biógrafos de José Antonio más imparciales y objetivos).
El entendimiento, en efecto, nos dice que José Antonio fue fascista y, por ende,
que la Falange Española fue un movimiento fascista. Saludo romano, subvención de la
Italia de Mussolini, varios escritos elogiando el fascismo italiano y un notable parecido
ideológico en los 27 Puntos programáticos de la Falange. Pero, así como la mariposa
es mariposa y no gusano, pese a que pasó por una fase de gusanidad , José Antonio fue
un nacional-sindicalista y no un fascista, aunque tuvo una época de fascisticidad . En
efecto, José Antonio empezó su andadura política deslumbrado por el fascismo
italiano. José Antonio estaba profundamente preocupado por el conflicto social, pero
no aceptaba la solución bolchevique. Quería un régimen que instaurara la justicia
social a la vez que afirmara el fervor patriótico que uniera a todos los españoles en una
unidad de destino, requisito para mantener un orden justo basado en la cohesión social
y el hermanamiento entre los españoles. Esta mezcla de lo social y lo nacional estaba
en el fascismo italiano, y por eso lo defendió (aunque nunca se declaró fascista). José
Antonio tenía una imagen idealizada del fascismo, el cual se presentaba como una
auténtica revolución anticapitalista, lo cual resultó ser un espejismo. José Antonio, que
era profunda y sinceramente anticapitalista, vió como el fascismo seguía manteniendo
el alma del capitalismo bajo una fachada aparentemente revolucionaria. Para él, que
leyó El Capital y compartía las tesis de Marx sobre la plusvalía y otros aspectos del
capitalismo, el fascismo resultaba insuficiente. Y no sólo eso, sino que chocaba
frontalmente con su concepción del hombre y del Estado. Así, la razón puede mostrar
cómo este hombre, que empezó elogiando el fascismo, no incluye el elemento
“fascismo” en su esencia humana ni política.
En este ensayo intentaremos demostrar que José Antonio nunca fue fascista, por
mucho que lo pareciera. Mostraremos que sus elogios a Mussolini y su régimen
proceden de una visión distorsionada del fascismo, y lo mostraremos mediante dos
procedimientos. El primero será mostrar cómo, a partir de 1935, dirigió críticas al
fascismo (recordemos, además, que nunca se autoconsideró fascista). El segundo
procedimiento será mostrar como su pensamiento es esencialmente distinto de la
ideología fascista. Veamos primero sus críticas al fascismo:
“Nosotros hemos venido a salir al mundo en ocasiones en que en el mundo prevalece el
fascismo y esto, le aseguro al señor Prieto, que más nos perjudica que nos favorece, porque
resulta que el fascismo tiene una serie de accidentes externos intercambiables que no
queremos para nada asumir”
“Este recurso [el corporativismo] mantiene hasta ahora intacta la relación del trabajo en los
términos en que la configura la economía capitalista; subsiste la posición del que da el
trabajo y la posición del que arrienda su trabajo para vivir”
En esta crítica se deja entrever la lectura de Marx: el régimen capitalista se basa en la
propiedad privada de los medios de producción en manos exclusivas del capitalista, el cual
ofrece trabajo al obrero, que debe vender su fuerza de trabajo para obtener un salario con el
cual adquirir sus medios de subsistencia. Por su parte, el capitalista obtiene la plusvalía. Ésta,
que es el alma del capitalismo o la sustancia del capital, será considerada por José Antonio de
forma muy parecida a la de Marx, como veremos más adelante. En otros textos, José Antonio
califica al fascismo de “fundamentalmente falso” y lo acusa de “fatigoso por la permanencia
en la crispación” y por la “absorción del individuo en la colectiviad”.
Podríamos citar más pasajes en los cuales José Antonio dirige críticas al fascismo, pero
creemos que estas pocas son suficientes y bastante explícitas, por lo que seguiremos con la
segunda parte del ensayo: comparar el pensamiento joseantoniano con la ideología fascista a
fin de demostrar que ambas son esencialmente diferentes.
El pensamiento joseantoniano y la ideología fascista
Para comparar el pensamiento joseantoniano con la ideología fascista, primero debemos
hacer algunas consideraciones sobre las características del fascismo. En primer lugar, señalar
que no utilizamos el término “fascista” en sentido despectivo, sino que pretendemos denotar
sus características fundamentales de manera objetiva e imparcial. Sin embargo, caracterizar el
fascismo no es tarea fácil. El fascismo genérico es una entidad política etérea, puesto que los
diversos movimientos fascistas fueron muy distintos entre ellos. Existen dos “fascismos
paradigmáticos”, que son el italiano y el alemán, mas hay fuertes divergencias incluso en la
cuestión de si el nacionalsocialismo fue realmente un movimiento fascista. De todas formas,
parece ser que hay una serie de comunes denominadores que se dan en todos los movimientos
fascistas, los cuales han sido estudiados en profundidad por Renzo de Felice, Ernst Nolte,
Stanley Payne y Gentile entre otros. Aun así, el debate no está del todo cerrado, y
consideramos que el juicio de Angelo Tasca (juicio muy hegeliano) es muy acertado: “Definir
el fascismo es, ante todo, escribir su historia". Ernst Nolte propuso unos “mínimos fascistas”
que consistían en antimarxismo, antiliberalismo, anticonservadurismo, principio del liderazgo,
un ejército del partido y el totalitarismo como objetivo. Sin embargo, estos mínimos son
demasiado vagos, algunos fueron adoptados por movimientos comunistas (antiliberalismo,
anticonservadurismo, el principio del liderazgo y el ejército del partido en la Rúsia de Lenin
y, más acentuadamente, en la de Stalin, por poner un ejemplo), y el último “mínimo”,
referente al totalitarismo, resulta demasiado ambiguo, puesto que el totalitarismo ha generado
un debate aparte que genera tanta divergencia (o más) que el propio debate sobre el fascismo.
Así pues, hay que desarrollar esos mínimos para caracterizar de forma correcta el fascismo,
así que apelaremos a las autoridades en esta materia para esclarecer la exposición.
Paralelamente, iremos sentando las diferencias esenciales entre el fascismo y el pensamiento
joseantoniano.
1.-Estado y totalitarismo
“[Los fascismos] reclamaban el monopolio del poder político y el control total de las
masas, envolviendo a la sociedad en las espiras de un régimen totalitario que subordinaba
individuo y colectividad al partido único en nombre de mitos nacionalistas y racistas, de
potencia y de expansión”
En efecto, el fascismo aspiraba a la dominación total del Estado, que es lo que se dio a
conocer con el nombre de “totalitarismo”. Sin embargo, existen, como ya hemos dicho,
divergencias en torno a este término, por ejemplo, Gentile y la mayoría de historiadores no
dudan en calificar la Italia fascista de régimen totalitario, pero Hanna Arendt y Payne no
consideran que el régimen de Mussolini fuera totalitario, lo cual ha sido corroborado por el
estudio de Tannenbaum del régimen fascista italiano en su obra “La experiencia fascista”.
Pero existe un acuerdo más o menos consensual en afirmar que el fascismo es, esencialmente,
totalitario (y, por lo tanto, todo régimen fascista es totalitario o potencialmente totalitario).
José Antonio, no puede negarse, utilizó el término “totalitario” para exponer la doctrina del
Estado nacional-sindicalista. Ahora bien, ¿se refería a lo mismo que se referían Mussolini o
Hitler?
Para Mussolini y Hitler, el Estado debía ser el máximo guía de la nación. Defendían un
panestatismo absoluto y una sumisión total de los ciudadanos a la maquinaria estatal, única
garante del bienestar así como fin último del pueblo (en el nazismo, la perpetuación de la raza
aria). En el fascismo, la nación se identifica totalmente con el Estado, y éste rige la vida del
pueblo, el cual no tiene que decidir nada, puesto que el Estado decide por él. Ya hemos visto
cómo José Antonio criticaba la absorción del individuo por parte del Estado en el fascismo.
Como veremos, José Antonio afirmaba la libertad invididual y el respeto al hombre, portador
de valores eternos. Más adelante veremos cómo reconcilia la individualidad con la
colectividad eludiendo el panteísmo estatal. En el nazismo, en cambio, el Estado es el
conservador de la raza aria, única heredera legítima de la soberanía mundial. El Estado nazi,
pues, ejerce un control absoluto sobre los ciudadanos y los reduce a una colectividad
homogénea cuyo único destino es afianzar el dominio ario. No hace falta señalar nada en este
caso: José Antonio concebía España como una unión de pueblos diferenciados entre sí, y no la
consideraba una unidad lingüística ni racial, sino una unidad de destino. De hecho, llegó a
expresar su repulsa hacia el racismo.
Vayamos ahora con la concepción de José Antonio del Estado y lo que para él era el
totalitarismo. Ya en los 27 Puntos programáticos de Falange surge este término:
“26. Nuestro Estado será un instrumento totalitario al servicio de la integridad
patria. Todos los españoles participarán en él a través de su función familiar,
municipal y sindical (...).” (la cursiva es nuestra)
Para José Antonio, el totalitarismo no significaba el control total del Estado sobre los
ciudadanos, sino la participación total de la totalidad de los ciudadanos en el Estado. Los
ciudadanos no son sólo el cuerpo del Estado, sino que son su espíritu. Ellos deben formar
parte, a través de las organizaciones familiares, municipales y sindicales, del Estado nacional-
sindicalista, y participar en él mediante dichas organizaciones, y no a través de los partidos
políticos. Ahora bien, eso no significa que José Antonio abogara por un Estado relativista y
que aceptara cualquier decisión. Afirmaba la existencia de verdades eternas y de unos
mínimos establecidos que no eran sujetos de discusión: el respeto por el hombre y la unidad
de España:
“7. La dignidad humana, la integridad del hombre y su libertad son valores eternos e
intangibles.
Pero sólo es de veras libre quien forme parte de una nación fuerte y libre.
A nadie le será lícito usar su libertad contra la unión, la fortaleza y la libertad de la Patria.
Una disciplina rigurosa impedirá todo intento dirigido a envenenar, a desunir a los
españoles o a moverlos contra el destino de la Patria”
José Antonio, pues, postulaba un sagrado respeto por el individuo, y reconciliaba la
colectividad de individuos que conforman la nación en la idea de España como unidad de
destino. Cuando dice que España está por encima de todos los individuos no se refiere a una
abstracción vaga de reminiscencias mitológico-románticas como hace el fascismo, sino que
tiene en mente la idea metafísica concreta de España como unidad de destino. Unidad de
pueblos y, por tanto, de individuos. Unidad que debe establecerse espiritualmente a través del
bienestar material de los hombres y una profunda justicia social. Y esto es importante. La
Patria es un fin en sí mismo, y lo es en tanto que es la unidad de las personas en un mismo
destino colectivo. No es que el Estado o la Nación (entendiendo ésta de manera abstracta)
estén por encima del pueblo (como en el fascismo), sino que la colectividad está por encima
del individuo, pero dicha colectividad no puede ser feliz si no lo son todos y cada uno de sus
individuos. En el fascismo, Italia como Estado está por encima de los ciudadanos; en el
falangismo, España como unidad de individuos está por encima de los individuos. Cuando
José Antonio dice que la Patria es una entidad metafísica superior aun al conjunto de todos los
individuos tiene en mente una entidad metafísica que incluye implícitamente a los individuos,
porque una unidad (unidad de destino en lo universal) es unidad de pueblos, y los pueblos
están constituídos por individuos. Es una exaltación a la fraternidad y a la hermandad entre
los españoles, unidos por el transcurso de la Historia. Para José Antonio, la unidad de España
no se reivindica porque sí (como hace la derecha), sino porque en ella es como puede erigirse
un sistema justo y solidario. Hay, pues, una reciprocidad entre interés individual e interés
común. Pero el interés común prevalece sobre el privado. Por eso José Antonio es
anticapitalista y antiliberal. Más adelante nos ocuparemos de su anticapitalismo. Esta
simbiosis entre bienestar colectivo-bienestar individual sólo puede darse en el Estado, el cual
debe defender con determinación los principios básicos del modelo nacionalsindicalista de
respeto al hombre, unidad de la Patria y justicia social (anticapitalismo), pero no debe ser el
intérprete de las necesidades individuales ni el administrador de la vida y bienes de los
ciudadanos:
“Y el Estado español puede ceñirse al cumplimiento de las funciones esenciales del Poder
descargando no ya el arbitraje, sino la regulación completa, en muchos aspectos
económicos, a entidades de gran abolengo tradicional: a los Sindicatos, que no serán ya
arquitecturas parasitarias, según el actual planteamiento de la relación de trabajo, sino
integridades verticales de cuantos cooperan a realizar cada rama de producción”
Vemos pues, que, en el pensamiento joseantoniano, el Estado tiene una función y una
esencia completamente distinta del Estado fascista. No es el “intérprete de las necesidades del
pueblo”. Es un conciliador de la colectividad con la individualidad, un firme defensor de la
unidad nacional y un pilar que mantenga las relaciones laborales con justicia, es decir, un
muro inquebrantable que impida que el capitalismo pervierta las relaciones de producción. No
puede negarse que hay un autoritarismo intrínseco en José Antonio, muy marcado durante los
años 1933-34, pero que a finales del 34 va evolucionando hacia la concepción que acabamos
de exponer, más cercana a la democracia orgánica que a un régimen autoritario, si bien sigue
siéndolo respecto a lo que él considera las verdades eternas. Curiosamente, en su pensamiento
político puede rastrearse un cierto rousseaunismo (pese a la poca estima en que tenía a
Rousseau) en las cuestiones de participación ciudadana al margen de los partidos políticos y
en la defensa de la individualidad y la libertad del pueblo, pero dentro de unos límites
marcados por verdades indiscutibles. Obviamente, no puede clasificarse a José Antonio como
un seguidor de Rousseau (¡ni mucho menos!). Estas similitudes, al examinarlas atentamente,
son sutiles y tienen matices. Pero ahí están. Curiosamente, José Antonio jamás abogó
explícitamente por la pena de muerte, como sí hizo el demócrata Rousseau.
Sea como sea, nada tiene que ver el humanismo pro-individualista (a la vez que
colectivista) joseantoniano con el afán dominador y antiindividualista del fascismo:
“Históricamente, sólo el fascismo, de entre los regímenes de partido único del siglo XX, se
autodefinió como Estado totalitario, refiriéndose con esto a su concepción de la política y a
su régimen de tipo nuevo, fundado en la concentración del poder en las manos del partido
y del Duce, y en la organización capilar de las masas, con el propósito de “fascistizar” la
sociedad a través del control del partido en todos los aspectos de la vida individual y
colectiva, con el fin de crear una nueva raza de conquistadores y de dominadores”
2.-Economía
El fascismo siempre se ha jactado de ser anticapitalista. Los fascistas, para corroborar
eso, apelan a las mejoras en las condiciones de trabajo que instauraron, al menos
formalmente, Mussolini y Hitler. Derecho a paro, vacaciones pagadas, más descansos, pagas
extras, etc. Incluso afirma Tannenbaum que, en ocasiones, los sindicatos fascistas
consiguieron ciertas ventajas para el obrero respecto al empresario. El fascismo se proponía
elevar el nivel de vida del trabajador. Dice Mussolini
“En el terreno económico, el objetivo de nuestra marcha es la realización de una más
alta justicia social para el pueblo italiano”
“Nosotros no queremos oprimir al proletariado(...), lo queremos elevar material y
espiritualmente...”
El fascismo italiano se constituyó en un sistema corporativo, del que Ernst Nolte dirá
que “es el sistema del Estado de partido en el que el proletariado se encuentra a la disposición
de su dirigente como una masa que obedece” . El fascismo, pues, instauró una revolución
estética, moral y espiritual, pero dejó intacto el modo de producción capitalista, si bien
camuflado bajo concesiones a las demandas sociales de la clase trabajadora. Para comprender
en profundiad el sistema capitalista, sus fundamentos y por qué es injusto, es necesario leer a
Marx. El capitalismo se basa en el enriquecimiento por unos a costa del trabajo de otros, lo
que en economía se traduce en la autovalorización del capital mediante la compra de la fuerza
de trabajo del obrero. En efecto, tanto en la Italia fascista como en la Alemania nazi se
siguieron dando estas mismas relaciones de producción. Seguía habiendo una masa de
trabajadores a los que se les sustraía el valor producido durante su jornada de trabajo,
entregándoseles el precio de su fuerza de trabajo en forma de salario, pero nunca
retribuyéndoles el valor producido durante su jornada laboral. El fascismo se ganó a una parte
de la clase trabajadora y campesina debido a la mejora en las condiciones laborales y, como
hemos dicho, a concesiones cedidas a las demandas de los trabajadores. Pero, bajo esa
fachada de justicia social, la maquinaria capitalista seguía intacta, y el capital seguía
alimentándose de la fuerza de trabajo de los obreros, si bien con dificultades debidas a la
fuerte centralización económica intrínseca del fascismo. Conviene recordar las palabras de
José Antonio que ya hemos citado más arriba: “Este recurso [el corporativismo] mantiene
hasta ahora intacta la relación del trabajo en los términos en que la configura la economía
capitalista; subsiste la posición del que da el trabajo y la posición del que arrienda su trabajo
para vivir”. Esto coincide plenamente con las críticas que han dirigido al fascismo tanto los
teóricos marxistas (que, obviamente, no pueden ser imparciales) como con las constataciones
de historiadores especializados en materia de fascismo. La política socio-económica del
fascismo es, pues, populista. Las reformas pueden ser más o menos significativas, pero para
hacer una revolución anticapitalista no basta con modificar las relaciones de producción; hay
que cambiarlas . ¿Qué opinaba José Antonio al respecto?
“El que con la economía capitalista, tal como está montada, nos dediquemos a disminuir
las horas de trabajo, a aumentar los salarios, a recargar los seguros sociales, vale tanto
como querer conservar una máquina y distraerse echándole arena en los cojinetes. Así
se arruinarán las industrias y así quedarán sin pan los obreros.
En cambio, con lo que queremos nosotros, que es mucho más profundo, en que el
obrero va a participar mucho más, en que el Sindicato obrero va a tener una
participación directa en las funciones del Estado, no vamos a hacer avances sociales uno
a uno, como quien entrega concesiones en un regateo, sino que estructuraremos la
economía de arriba debajo de otra manera distinta, sobre otras bases, y entonces
sucederá, señor Gil Robles, que se logrará un orden social mucho más justo”
Queda soberanamente claro que José Antonio era enemigo del populismo y de las
migajas que los capitalistas dejan caer de sus mesas para que los trabajadores puedan comer y
sobrevivir para tenerlos cada día a las puertas de las fábricas. José Antonio aceptaba la
colaboración entre clases sociales que postulaba el fascismo (aunque no es exclusivo de éste,
Ortega y Gasset también abogava por tal colaboración en miras al bien común). Ahora bien,
hay una diferencia sustancial: el fascismo quiere basar la colaboració de clases en los
intereses nacionales entendidos éstos como el enriquecimiento de la nación. La justicia social
es un medio para el enriquecimiento de la Patria. Para José Antonio, en cambio, la justicia
social no es un medio, sino un fin. Al abolir la propiedad privada en sentido capitalista y al
realizar el ideal de “la empresa es de quien la trabaja” asignando la plusvalía al trabajador
mismo y no al empresario, el capitalismo muere, pues las empresas son propiedad privada
comunitaria , de todos los trabajadores. José Antonio no negaba una jerarquía en las empresas,
ni diferencias retributivas. Pero negaba la alienación del trabajo. En este aspecto, el
pensamiento joseantoniano conecta con el pensamiento de Marx en la crítica al capitalismo,
ofreciendo soluciones distintas pero destruyendo igualmente las bases del capitalismo: la
propiedad privada capitalista de la empresa y la apropiación de la plusvalía producida por el
obrero por parte del empresario.
Así pues, mientras que el fascismo se quedaba en un populismo encarnado en reformas
sociales más o menos notables pero nunca radicales, José Antonio logra comprender la
esencia del capitalismo (probablemente gracias a la lectura de El Capital, tarea que muchos
marxistas se han dispensado) y propone soluciones fecundas y auténticamente
revolucionarias. En el libro de Mussolini “El espíritu de la revolución fascista”, libro clave de
la ideología fascista, no hay ninguna referencia a la plusvalía, ni a la propiedad privada
capitalista (ni, por supuesto, la necesidad de abolir ambas). Más bien dice cosas como que
“ahora comienza la verdadera historia del capitalismo, pues éste no es tan sólo, como decís,
un sistema de opresión, sino también una selección de valores, una coordenación de jerarquías
y un sentido más amplio de la responsabilidad personal”. Mussolini también dice:
“(...)hay un límite para el capital y un límite para el trabajo. El capital, de no ir al
suicidio, no puede pasar más allá de una cifra en el dato trabajo, y éste no puede ir más
allá de un cierto signo con respecto al capital”
Y, teniendo en cuenta la diferenciación entre capital y trabajo:
“(...)sólo en la unión armoniosa y sistemática de todas las fuerzas productivas encontrarán
alivio las condiciones materiales de vida de todas las clases...”
La ideología fascista, pues, presenta la propiedad privada del capital como algo que
puede conciliarse con el bienestar material de la clase trabajadora. Y aunque es cierto que con
una sabia política socio-económica podría conseguirse, no menos cierto es que eso no sería
justicia social, porque en tal caso, por muchas mejoras laborales y por mucho nivel
adquisitivo que ganaran los trabajadores, el sistema seguiría siendo injusto: unos se
enriquecerían a costa del trabajo de otros. Por eso el fascismo no es anticapitalista, porque el
capitalismo vive en su seno mismo, ya que no cambia las relaciones de trabajo. ¿Qué piensa
José Antonio de la armonización entre capital y trabajo?
“¿Qué es esto de armonizar el capital y el trabajo? El trabajo es una fución humana, como
es un atributo humano la propiedad. Pero la propiedad no es el capital: el capital es un
instrumento económico, y como instrumento, debe ponerse al servicio de la totalidad
económica, no del bienestar personal de nadie. Los embalses de capital han de ser como
los embalses de agua; no se hicieron para que unos cuantos organicen regatas en la
superficie, sino para regularizar el curso de los ríos y mover las turbinas en los saltos de
agua”
3.- Violencia
Otra de las caracteríticas del fascismo es la evaluación positiva y glorificación de la
violencia. Aunque esto no sea exclusivo del fascismo (Marx consideraba la violencia como la
partera de la Historia), lo cierto es que en él se da de una forma más acentuada que en otros
movimientos, aunque hay que decir que ha habido regímenes comunistas mucho más salvajes
y despiadados que la Italia de Mussolini. Como dice Payne:
“Lo exclusivo del fascismo, en relación con la violencia, fue su evaluación teórica por
muchos movimientos fascistas, para los cuales la violencia poseía por sí misma y en sí
misma un cierto valor positivo y terapéutico, y que estimaban necesaria cierta dosis de
lucha violenta y continua., a la manera soreliana y del darwinismo social extremo, para la
salud de la sociedad nacional”
Suele achacársele a la Falange y a José Antonio una actitud extremadamente violenta.
Para ello se recuerda una y otra vez lo de “la dialéctica de los puños y las pistolas”. Esta frase,
sacada de contexto, no fue pronunciada como una apología de la violencia desenfrenada
contra los adversarios, sino como un alegato a la opción de la violencia como último recurso,
porque “bien está, sí, la dialéctica como primer instrumento de comunicación. Pero no hay
más dialéctica admisible que la dialéctica de los puños y de las pistolas cuando se ofende a la
justicia o a la Patria”. Leída la frase entera y contextualizada (el clima de violencia en esa
época estaba generalizado) y, sobretodo, comparada con otras declaraciones de anarquistas,
comunistas y socialistas (en especial, Largo Caballero), se ve que la violencia de José Antonio
no sobrepasaba a la violencia reivindicada (y practicada) por otros. Cabe señalar, además, que
José Antonio siempre fue reticente respecto de la violencia mortal. La primera represalia que
mandó tomar contra los socialistas era una respuesta a la undécima víctima falangista (Juan
Cuéllar) a manos de los socialistas. Después de tomar la decisión, muy difícil para él, le dijo a
Ernesto Giménez Caballero: “yo no he nacido para esto, Ernesto. Yo he nacido para
matemático del siglo XVII”. O, como le dijo a Indalecio Prieto en el parlamento:
“Yo no pensé ni por un instante que estas cosas se tuvieran que mantener por la violencia,
y la prueba es que mis primeras actuaciones fueron pacíficas(...), se iniciaron contra
nosotros agresiones cada vez más cruentas, y por manos movidas, seguramente con
intención tan limpia como la de mis amigos, tal vez movidos después a represalias. Pero
estas represalias vinieron mucho después, tanto después que (...) incluso en periódicos
conservadores nos afeaban que no nos entregásemos al asesinato [...]
Yo no me hubiese dedicado para nada, no a usar la violencia, sino ni siquiera a disculpar la
violencia, si la violencia no hubiera venido a buscarnos a nosotros”
José Antonio no era especialmente violento. Consideraba la violencia, más que nada,
como un instrumento para defenderse en caso de agresión o para utilizarla en casos
excepcionales y justificados. Nunca abogó por la lucha física sistemática contra sus
adversarios políticos, a muchos de los cuales consideraba equivocados con buena fe e,
incluso, movido po ideales justos. No en vano definió el comunismo como “una versión
infernal del afán hacia un mundo mejor”. Por eso estaba abierto al diálogo con sus adversarios
políticos, y por eso muchos de los que le conocieron, pese a ser adversarios políticos, le
recuerdan como una buena persona. En efecto, hay testimonios de socialistas y anarquistas
como Prieto, Zugazagoitia, Teodomiro Menéndez o Abad de Santillán que remarcan el
humanismo de José Antonio, su voluntad de diálogo e, incluso, las grandes coincidencias
ideológicas. Payne, que no duda en calificar a José Antonio como líder fascista, dice de él que
“fue el que más repulsión sentía por la brutalidad y la violencia relacionadas con el quehacer
fascista”. En efecto, en los puntos iniciales de la Falange leemos:
“La violencia puede ser lícita cuando se emplee por un ideal que la justifique.
La razón, la justicia y la Patria serán defendidas por la violencia cuando por la violencia –o
por la insidia– se las ataque.
Pero Falange Española nunca empleará la violencia como instrumento de opresión.
Mienten quienes anuncian –por ejemplo– a los obreros una tiranía fascista.
Todo lo que es HAZ o FALANGE es unión, cooperación animosa y fraterna, amor.”
Podría pensarse que todo esto es habladuría y creer lo que dice la izquierda actual, a
saber, que José Antonio era un fascista violento, un monstruo sanguinario y despiadado que
no dudaba en pegar tiros a los que se oponían a él. Curiosamente, los izquierdistas que dicen
esto son todos actuales. Hemos apuntado ya que varios socialistas y anarquistas de su época,
que le conocieron, no corroboran estos juicios, antes al contrario, le respetaban y apreciaban.
¿Y por qué? Pues porque José Antonio sabía ver detrás de todo socialista, de todo comunista y
de todo anarquista a un ser humano que, si bien estaba equivocado, se movía por aspiraciones
sociales justas.
Respecto a los historiadores, ya hemos visto cómo Payne recalca la reticencia de José
Antonio hacia la violencia fascista. Ian Gibson, que hace una afirmación tan gratuita como:
“Con Hitler y Mussolini, José Antonio cree que la violencia utilizada contra los enemigos del
fascismo es legítima”, dedica un capítulo entero a la violencia de José Antonio, narrando sus
episodios de “cólera bíblica” en los que se valió de los puños. En la biografía de José Antonio
no existen episodios de violencia mortal ni de ensañamiento contra sus adversarios. No tenía
más voluntad de violencia que de diálogo.
José Antonio no renunciaba a la violencia. La consideraba justa y necesaria en ciertas
ocasiones. Mas no puede decirse que su propensión a la violencia era la misma que sentían los
fascistas. José Antonio no era más violento que cualquier político revolucionario de los años
30, y aun podríamos decir que guardaba un respeto y una consideración para la vida humana
que no se daban en muchos otros. Ante las demandas furibundas de los falangistas más
extremistas de responder con violencia dura los asesinatos de sus camaradas, José Antonio
alegó que la vida es milicia y que no hay que caer en una espiral de violencia con los
compatriotas, sino que hay que aceptar que, en aras de una España mejor, habrá que llorar a
varios camaradas. En esto se parecía mucho al anarquista Melchor Rodríguez, llamado “el
ángel rojo” por salvar a derechistas y falangistas de las checas durante la guerra civil, el cual
pronunció las palabras “se puede morir por un ideal, pero nunca matar”. José Antonio empezó
con esa misma mentalidad y, pese a que no pudo sustraerse a la espiral de violencia (que, por
cierto, él no empezó) de la época, su horror hacia el inicio de la guerra civil le hizo reflexionar
y luchar como pudo, desde la cárcel, por una reconciliación entre ambos bandos, proponiendo
un gobierno de reconciliación en el que figuraban ministros de todas las tendencias, excepto
comunistas y (¡ojo al canto!) falangistas. Un gesto de sincera voluntad de reconciliación y de
suavización del extremismo. Un gesto que le honra.
Conclusiones finales
Hemos visto ya que la concepción joseantoniana del Estado, del individuo, de la
economía e incluso de la violencia son agudamente diferentes de la ideología fascista. José
Antonio Primo de Rivera no era fascista, ni la Falange un movimiento fascista. Esta
identificación se ha mantenido a lo largo de las décadas debido a la falta de un estudio crítico
del pensamiento joseantoniano en su totalidad y de una ulterior comparación crítica con el
fascismo. Payne hace una mínima concesión: “Desde 1934, José Antonio empezó a percatarse
de algunas - no todas – de las deficiencias del fascismo político”.
El problema es que siempre se parte de la base que José Antonio era fascista, y nunca se
ha pensado en la posibilidad de que esto no sea cierto. Además, los evidentes parecidos
estéticos e incluso discursivos, sobretodo durante los años 33 y 34, no ayudan en este sentido.
Sin embargo, contextualizando, leyendo críticamente con objetividad, estudiando diversas
biografías y ensayos de autores con diversos puntos de vista, y comparando el pensamiento
joseantoniano con el fascismo, puede verse claramente que hay una enorme distancia entre
ambos. Arnaud Imatz lo sintetiza a la perfección:
“La Falange joseantoniana, a diferencia del fascismo italiano, no admite la relación
bilateral del trabajo, sino que defiende la integración completa de los dos factores de
producción, la atribución de la plusvalía a los productores y la implantación de la
propiedad sindical, comunal y familiar. No sitúa el valor fundamental en el Estado, sino en
la lex aeterna , en el “hombre portador de valores eternos”, capaces de salvarle o
condenarle”
Si a esto le sumamos su repulsa al racismo, a la violencia mortal (coherente con su
concepción del hombre) y su voluntad de diálogo para con sus adversarios políticos, tenemos
una imagen muy distinta de José Antonio de la que suele darse.
No es superfluo repetirlo tantas veces como se ha repetido lo contrario: José Antonio
Primo de Rivera no era fascista; la Falange no es un movimiento fascista.
Discurso en el Parlamento, 3 de Julio de 1934. Nótese que a fecha tan temprana como 1934 ya
se distancia del fascismo.
“Ante una encrucijada...” Conferecia del 9 de Abril de 1935
“Dos esquemas de libro”, citado por Enrique de Aguinaga en “José Antonio Primo de Rivera” de la colección
Cara Cruz de Ediciones B
“En el lenguaje político corriente el término “fascismo” se utiliza universalmente en sentido despectivo(...). En
un proceso continuo de inflación semántica, el concepto de fascismo ha sdo adoptado indiscriminadamente en la
lucha política, en la historiografía y en las ciencias sociales, convirtiéndose en algo cada vez más genérico”
(Gentile, “Fascismo. Historia e interpretación”, 2002, Ed. Alianza P. 53
Angelo tasca, “El nacimiento del fascismo”. Citado por Gentile en op. citada, P 57
Sin embargo, creemos que un estudio bastante concluyente sobre el totalitarismo está en la monumental obra de
Hanna Arendt “Los orígenes del totalitarismo”.
Gentile, op. citada, P 52
“Queremos unificar la Nación en el Estado soberano, que está sobre todos, y puede estar contra todos(...)”
“El Estado controla todas las organizaciones que estén fuera de él, pero no puede ser controlado por dentro”
Benito Mussolini, “El espíritu de la revolución fascista”, 1976, Ed. Informes, pp 217-218
“El Estado vuelve por sus derechos y su prestigio como intérprete único y supremo de las necesidades
nacionales. El pueblo es el cuerpo del Estado y el Estado es el espíritu del pueblo” Mussolini, op. citada, P 211
“(...)el Estado no es un fin, sino un medio(...), el fundamento en que ha de apoyarse la más alta cultura
humana(...). El Estado, como tal, no crea un nivel cultural definido; puede, sencillamente, limitarse a contener la
raza que le decide” Adolf Hitler, “Mi Lucha”, 1974, Ed. Petronio, P. 180
“En su capacidad como Estado, la Nación alemana habrá de reunir en torno suyo a todos los alemanes; y no se
limitará a escoger lo mejor entre sus elementos raciales originales y a conservarlos, sino que los elevará, además,
lenta y seguramente a una posición de preeminencia”, Hitler, op. citada, P 183
Ver “Sobre Cataluña” en José Antonio, op. citada, pp 109ss, y “Los vascos y España”, pp 179ss
“(...)la revolución total(...) tiene que empezar por el individuo(...). Y el día en que el individuo y el Estado,
integrados en una armonía total, vueltos a una armonía total, tengan un solo fin, un solo destino, una sola suerte
que correr, entonces sí podrá ser fuerte el Estado sin ser tiránico, porque sólo empleará su fuerza para el bien y la
felicidad de sus súbditos”. José Antonio Primo de Rivera, “Textos de doctrina política”, 1970, Ed Cronológica, p
511
José Antonio, op. citada, P426
“El pueblo inglés se engaña al creerse libre. No lo es más que durante la elección de los miembros del
Parlamento. Apenas elegidos, vuelve a ser esclavo, no es nada.” Rousseau, “El contrato social”, 1996, Ed. Alba,
p 180 Rousseau condena, explícitamente, la democracia representativa, es decir, el sistema de partidos.
“Si alguien, después de reconocer públicamente estos dogmas, se conduce como si no creyera en ellos, debe ser
castigado con la pena de muerte, pues ha cometido el mayor de los crímenes mintiendo ante las leyes” Rousseau,
op. citada, pp 165-166
Gentile, op. citada, P 80
Mussolini, op. citada, p 163
Mussolini, op. citada, p 173
Ernst Nolte, “El fascismo en su época”, 1967, Ed. Península, P 257
El Capital es la más grande exposición crítica del sistema capitalista. Sus elementos fundamentales aparecen en
casi todas las obras de Marx: Manuscritos de economía y filosofía; Trabajo asalariado y capital; Salario, precio y
ganancia; etc.
“[la revolución fascista se caracteriza] por un cambio en la estructura de la élite y en la forma de gobierno, sin
ningún trastorno de la estructura social ” (la cursiva es nuestra). Raymond Aron, citado por Gentile en op. citada
P 111
José Antonio, op. citada, P 335
“La propiedad privada es lo contrario del capitalismo; la propiedad privada es la proyección del hombre sobre
sus cosas: es un atributo elemental humano. El capitalismo ha ido sustituyendo esta propiedad del hombre por la
propiedad del capital, del instrumento técnico de dominación económica”. José Antonio, op.citada, P 560
“[contra la economía capitalista y la comunista] levantamos la sindicalista, que no absorbe en el Estado la
personalidad individual ni convierte al trabajador en una pieza deshumanizada del mecanismo de producción
burguesa. Esta solución nacionalsindicalista(...)acabará de una vez con los intermediarios políticos y los
parásitos. Aliviará a la producción de las cargas con que la abruma el capital financiero. Superará su anarquía,
ordenándola. Impedirá la especulación con los productos, asegurando un precio remunerador. Y, sobre todo,
asignará la plusvalía, no al capitalista, no al Estado, sino al productor encuadrado en sus sindicatos ” (la
cursiva es nuestra) José Antonio, op. citada, pp 737-738
“...desmontaremos el aparato económico de la propiedad capitalista que absorbe todos los beneficios para
sustituirlo por la propiedad individual, por la propiedad familiar, por la propiedad comunal y por la propiedad
sindical” José Antonio, op. citada, P 563
Mussolini, op. citada, P 94
Mussolini, op. citada, P 98
Mussolini, op. citada, P 100
José Antonio, op. citada, P 427 Otro fuerte contraste: Dice Mussolini: “Nuestro sindicalismo se distingue de los
otros en que, por ningún motivo, admitimos la huelga en los servicios públicos” Mussolini, op. citada, P 95. Por
el contrario, dice José Antonio: “No queremos esquiroles, queremos obreros revolucionarios”
Stanley G Payne, “Historia del fascismo”, 1995, Ed. Planeta, P 20
José Antonio, op. citada, pp 67-68
Ibídem, pp 267-268
Payne, op. citada, P 331
José Antonio, op. citada, P 93
Ian Gibson, “En busca de José Antonio”, 1980, Ed. Planeta, P 53 (nota a pie de foto)
Ibídem, pp 179ss
Payne, “José Antonio Primo de Rivera” (con Enrique de Aguinaga), 2003, Ed. B, P 272
Arnaud Imatz, “José Antonio:entre odio y amor”, 2006, Ed. áltera, P 326
Enviat per Dasein a 14:43
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